El actual escenario inflacionista, debería hacer reflexionar a todos los ciudadanos que tienen capacidad de ahorro acerca de lo que sucede con su dinero cuando deciden conservarlo en la cuentas corrientes o depósitos en efectivo.
Los ahorradores han sido tradicionalmente muy conservadores y huyen de la volatilidad, pero la verdad es que, intentar permanecer quieto en un mundo que no deja de moverse es perder posiciones. En el caso de los ahorros, el incremento continuo del índice de precios al consumo hace que nuestro dinero, si no hacemos nada con él, valga cada día un poco menos.
Acudir al mercado de valores no evita, de por sí, que nos veamos afectados por la inflación y la incertidumbre, pero, es más que probable que si configuramos una cartera diversificada y creamos planes de inversión a medio y largo plazo, obtengamos mejores rendimientos que si mantenemos nuestros ahorros en una cuenta corriente.
Cuando la economía atraviesa momentos complicados de alta volatilidad y cifras de inflación elevadas, los inversores tienden a recurrir a aquellos valores considerados como ‘refugio’. Son los que se espera un comportamiento más estable en situaciones de incertidumbre. Incluso se revalorizan cuando se producen acontecimientos económicos negativos. El ejemplo paradigmático de este tipo de valores, a lo largo de la historia, ha sido el oro. En momentos de crisis, muchos han optado por hacer acopio de este metal precioso y, aunque los tiempos han cambiado y la economía ha evolucionado mucho, parece que la seguridad del oro se mantiene con los años.
Las formas de adquirirlo e intercambiarlo se han ido perfeccionando. Para los inversores sigue siendo posible comprar y conservar físicamente el metal en mano, y es algo que aporta tranquilidad a muchos. Es un activo muy líquido: se puede comprar, vender y transportar de forma fácil, rápida y económica. Pero comprar joyas, monedas, barras o lingotes no es la única forma de invertir en oro. Hoy en día es posible hacerlo a través de activos financieros que vinculan su valor al del oro. De las diferentes opciones disponibles, la fórmula más sencilla es emplear los fondos cotizados o ETF. Replican el comportamiento de este valor refugio en el mercado y cuentan con algunas ventajas muy interesantes: no requieren mantenimiento (almacenar el oro físicamente en un banco tiene coste), se puede invertir con muy poco y tienen una liquidez muy elevada.